La hermandad del Prendimiento sacó a toda la ciudad a la calle en una ventosa tarde de procesiones con solera
Cada año, cuando amanece el Miércoles Santo, tengo el nervosismo cogido en el estómago. Es el día en que mi hermandad, mi Prendi, sale a la calle a derramar sus mercedes y a enamorar a Almería. Desde primera hora de la mañana solo tengo un pensamiento, el del palio Mercedario señoreando y el de mi Madre de la Merced bajando el cielo a la tierra. Ella me tocó con la varita cofrade y a Ella le debo esta profunda afición y este amor que profeso por nuestra Semana Santa.
Ayer tuve el día muy ajetreado, tanto que creí que no me iba a dar tiempo a llegar a la Plaza de la Catedral antes de que prendimiento comenzara a salir del templo. Afortunadamente, a pesar del estrés del día, cuando mis pies pisaron las losas de la plaza, las puertas permanecían aún cerradas. Respiré aliviado, no me perdonaría en la vida llegar tarde a mi cita con mi hermandad.
Me encontré con varios amigos de la Cofradía del Amor y, juntos, aguardamos a que diera comienzo el desfile. Apenas habían pasado un par de minutos desde que nos encontramos y, mientras que el reloj de la Catedral daba las seis y cuarto y la presidencia de la hermandad salía de la Casa Sacerdotal San Juan de Ávila acompañando al señor Obispo hacia el primer templo de la diócesis, Santa Cruz entró en ordinario en la plaza y se colocó detrás de los componentes de La Pasión de Linares esperando a que llegara su momento de incorporarse al desfile.
Y, a la vez que todo esto pasaba, también se abrían las puertas de la Catedral y el numeroso público que abarrotaba la plaza pudo ver el paso de misterio del Prendimiento encarado ya al dintel y listo para salir.
Sin embargo la Hermandad del Prendimiento tardó diez minutos más de lo previsto en plantar la Cruz de guía en la calle, con lo que el nerviosismo y la expectación del público fue aumentando exponencialmente por cada minuto que iba pasando de las y cuarto. El cortejo de Prendimiento es enorme y, seguramente por eso, se tardó algo más de lo previsto en tenerlo listo para salir a la calle. Finalmente el Diputado de Cruz salió a la calle, indicó al hermano responsable de portarla que le siguiera y, de este modo, dio comienzo la estación de Penitencia de la Hermandad Sacramental del Prendimiento.
¡Qué barbaridad de guardería! Justo detrás de la Cruz Guía salieron los más pequeños de la hermandad, que se contaban por decenas y, tras ellos, las hileras de nazarenos del primero de los tramos del cortejo: el que acompaña al paso de misterio del Prendimiento.
Dentro de la catedral vimos al paso levantarse al cielo y comenzar a avanzar dirigiéndose con firmeza hacia la puerta. La emoción contenida del público se palpaba en el aire mientras que, entre un leve murmullo, se escuchaba la voz de Carlos Galices dando órdenes a la cuadrilla para superar el delicado momento de cruzar las centenarias piedras que enmarcan la puerta catedralicia. Pasito a paso, sin mecía pero con decisión, los costaleros superaron su primera prueba de fuego y, recibidos por un ensordecedor aplauso, pisaron la calle. La Pasión tocó el himno y, al terminar, engancharon la primera marcha procesional. El paso de misterio no se detuvo y continuó está chicotá, con revirá incluida para ir saliendo de la plaza, hasta que se arrió casi llegando a la casa sacerdotal.
¡Qué guapo viene el Cristo de los ojos verdes! Ataviado con túnica blanca y mantolín ceñido a la cintura, Jesús del Prendimiento arrancó las primeras lágrimas del público cuando salió a la calle. La Agrupación Musical La Pasión, que tiene componentes como para hacer cuatro bandas, se fue situando detrás del paso y, juntos, iniciaron una nueva chicotá que les sacó de la plaza para perderse por la calle Cervantes.
Estaba feliz, muy feliz. Es la sensación que siempre tengo cuando empieza a salir mi hermandad. Los amigos hablaban, hacían comentarios sobre lo espectacular que es el paso, sobre lo bien que suena Linares y, entonces, llegaron mis hermanas y mis sobrinos al lugar en el que nos encontrábamos. Subí al pequeño en brazos y empecé a responder a todas sus preguntas. ¿Dónde está Jesusito? Me decía mientras me entraban ganas de comérmelo. Es el de blanco, ¿Y quiénes son los demás? Bendita curiosidad infantil y bendita venilla cofrade la que han heredado, tanto los dos niños, como mi sobrina, que ya tiene el gusanillo tan metido en las entrañas que, aparte de procesionar hoy con la hermandad del Encuentro, ya me ha dicho que quiere que la haga hermana de Prendimiento.
Volví a prestarle atención a la salida del cortejo. Los nazarenos de este tramo y la representación de la Legión ya estaban en la calle y, en el interior de la Catedral, un nazareno se había subido al paso del Cautivo para, por lo que nos pareció, encender las velas de uno de los faroles. ¿Ahora saltan? Volvió a preguntar mi sobrino. Sí, ahora saltan y salen a la calle.
¡Ole Paco Romero! ¡Ole la cuadrilla del Cautivo! Paco volvió a dirigir magistralmente a sus hombres, los mandó a tierra cuando fue necesario para sortear el dintel y que las potencias del Señor de Almería no rozaran la piedra y, con torería, sacó al Medinaceli a la calle. La plaza volvió a romperse en aplausos, en merecidos aplausos. Fue como si la cuadrilla fuera un grupo de hombres elegidos por Dios para portarle y como si el llamador estuviera hecho a la medida de Paco. Este es su paso, este es su Cristo.
Y, si capataz y cuadrilla se merecieron los aplausos y los oles de la gente, Santa Cruz también se ganó los suyos. ¡Ole Santa Cruz! Qué maravilla de marcha tocaron para la primera chicotá después de que María Canet le cantara una saeta al Cautivo. Pregunté el nombre de la misma y nadie me lo supo decir. “Algo del Cautivo” fue la respuesta que más me aproximó al nombre de la pieza. Pero es que, después de la primera, tocaron una segunda marcha y la cuadrilla continuó trabajando echando el resto desde el primer momento. Impresionante ver al Señor de Almería con su túnica bordada mecido con tanto cariño sobre un mar de gente.
Detrás del paso se situaron las promesas que, con el equipo mercedario y la cruz al hombro, realizan el recorrido de la procesión en anónima penitencia, detrás de ellos Santa Cruz y, por último, el centenar largo de promesas que también quieren acompañar al Cautivo cuando sale a la calle.
Con el Cautivo en la calle ya solo quedaba por salir el palio de la Merced, el bendito e impresionante palio Mercedario que cada año pone los pelos de punta cuando, con la mecía de sus bambalinas, va esparciendo el incondicional amor de la madre a sus hijos de Almería.
En ese momento, y como me pasa todos los años, ya no había nadie más en el mundo, solo la Virgen y yo. La gente hablaba pero no escuchaba, mis sobrinos hablaban pero no les escuchaba. Permanecía estático, inmóvil con la mirada clavada en la puerta de la catedral a la que, lentamente, se iba acercando el paso de palio. Buscando la mirada de mi Madre de la Merced, consolándola ya en la lejanía y llorando con ella por su misma pena.
¡Ole Luis Pardo y la cuadrilla Mercedaria! Solo vosotros sabéis lo difícil que es sacar a la Madre a la calle. Solo vosotros sabéis lo que siente siendo los pies de tan Divina Majestad, solo vosotros sabéis recoger en vuestro andar el cariño que el pueblo de Almería le brinda a la Señora de la Merced, a la Reina del Miércoles Santo, a la novia de Almería. ¡Ole Luis Pardo y su cuadrilla! Vuestro sacrificio es el que hace que este pueblo rece en la calle a la Santísima Virgen. Ella os recompensará y os colmará de bendiciones que os lloverán como en forma de pétalos de flores, de piropos y de cariño.
Y Sorbas…
Fuente: José Leyva Cuesta en IDEAL